La noche del sábado al domingo 25 de marzo se produce el primer cambio de hora de 2018 y los relojes se adelantan una hora. Es decir, a las 2 de la madrugada serán las 3. Esta modificación es parte de una directiva europea que afecta a todos los países de la Unión, y pretende aprovechar mejor las horas de luz y solar y consumir menos electricidad. Sin embargo, también tiene otras implicaciones que afectan a los biorritmos de las personas, especialmente a los más mayores y a los niños, por lo que los expertos recomiendan no cambiar radicalmente las costumbres diarias.

Dos veces al año —habitualmente el último domingo de marzo y el último de octubre—, los europeos ajustan los relojes para cumplir la directiva comunitaria 2000/84/CE. Para determinar el momento de los cambios horarios, se tuvo en cuenta el hecho de que en España existen dos horas oficiales, una para la Península y el archipiélago balear y otra para Canarias, que va una hora por detrás desde 1922. Este cambio se aplicó por primera vez durante la I Guerra Mundial para mantener abiertas las fábricas una hora más. De hecho, uno de los argumentos que defienden este adelanto horario es el beneficio para el comercio.

El cambio de hora se empezó a aplicar con regularidad durante la crisis del petróleo, y desde 1981, toda Europa sincroniza las manijas de sus relojes a la vez. Lo hacemos para mantener la antigua costumbre de adaptar la actividad humana a la duración del día, que es variable a lo largo del año en nuestras latitudes.

La primavera

El horario de verano es la consecuencia del fin del invierno y la bienvenida de una nueva estación, la primavera. Este momento tuvo lugar el martes 20 de marzo a partir de las 17.15 (península y Baleares). La primavera durará 92 días y 18 horas, hasta el 21 de junio, fecha de inicio del verano.