El proyecto ha sido posible gracias a la financiación de la Junta de Extremadura,
el Ayuntamiento de Mérida, socios y donantes de Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz y el apoyo de Cáritas Arciprestal de Mérida.

Tras dejar atrás los meses más
fríos del año, el Centro de Emergencia de Mérida ha cerrado sus puertas en el día de hoy,
por donde han pasado un total de 68 personas, de las cuales el 22% han sido mujeres.
Durante estos 5 meses en los que el Centro de Emergencia de Mérida ha permanecido abierto,
se han realizado un total de 15 derivaciones a otros recursos con la finalidad de acompañarles
en el proceso que supone salir de su situación de exclusión social.
“Con este centro, –explica Ana Belén García, coordinadora del área de Inclusión Social
de Cáritas Diocesana— pretendemos buscar la oportunidad de romper el aislamiento y llegar a
personas inaccesibles para el resto de recursos sociales, potenciando la mejora en la calidad de
vida, la autonomía personal y promocionar a la persona para que cambie su situación.”
Este recurso es un centro de mínima exigencia, un espacio que posibilita trabajar con
personas que tienen dificultades graves para adaptarse a centros o programas de mayor
exigencia, fundamentalmente en cuanto a normas. En definitiva, un centro de reducción de
riesgos y daños que busca la mejora de la calidad de vida de las personas que se
encuentran en una grave situación de exclusión social, respondiendo a sus
necesidades básicas, evitando la profundización en el deterioro físico, psíquico y social y
sirviendo de puente para retomar el contacto con los servicios socio-sanitarios de nuestra
comunidad.

Acompañamiento del voluntariado

Desde el primer momento de su apertura, la acción de las Cáritas parroquiales y el
voluntariado se han volcado con el proyecto, personas comprometidas y que creen en el
cambio social hacia una sociedad más justa. Y es que para el desarrollo del proyecto
se ha contado con el trabajo y el cariño de 10 personas voluntarias, motivadas
desde la gratuidad y generosidad, demostrando el valor de las pequeñas cosas y de gestos
sencillos que engrandecen la vida.

Además, también se ha podido contar con la ayuda y colaboración del Comedor Social
de Mérida, formando parte de la red solidaria, preocupada por las personas que se
encuentran en una grave situación de vulnerabilidad, y que en todo momento ha sido un apoyo para las personas que han vivido en el Centro de Emergencia.

La vivienda es un derecho

Cuando no hay vivienda se vulnera el derecho al agua, a la higiene, a la seguridad, a la
alimentación, al uso de tecnologías, a tener una dirección para las gestiones. También a la
salud física y mental. Ese es el efecto dominó.
Es por eso que, desde Cáritas Diocesana de Mérida-Badajoz manifestamos el deseo
que desde las Administraciones y la clase política se priorice el derecho humano a la
vivienda y se comprometa de forma real, que amplíe la mirada y que se ponga en el lugar
de las personas que viven una situación diferente. donde la realidad de vulnerabilidad
extrema que viven estas personas las va dejando al margen de las relaciones sociales.